EL CANTAR DE MIS CANTARES Cuando los vientos murmuradores llevan los ecos de mi laúd con los acentos de mis amores resuena un nombre, que de rumores pasa llenando la esfera azul. Que en ese nombre que tanto adoro y al labio acude con dulce afán, de aves y brisas amante coro, rumor de espumas, eco sonoro de ondas y palmas y bosques hay. Y para el alma que en ese ambiente vive y respira sin inquietud, y las delicias del cielo siente, guarda ese nombre puro y ferviente todo un poema de amor y luz. Quisqueya ¡oh, Patria! ¿Quién, si en tu suelo le dio la suerte nacer feliz, quién, si te adora con fiel desvelo, cuando te nombra no oye en su anhelo músicas gratas reproducir? Bella y hermosa cual la esperanza, a copiar nunca la mente alcanza tus perfecciones, tu semejanza, de sus delirios en la inquietud. Tus bellos campos que el sol inunda, tus altas cumbres de enhiesta sien, de tus torrentes la icha innata y abre horizontes a la ilusión. Y ¡ay, si oprimi
Hombre que me besas, hay humo en tus labios. Hombre que me ciñes hay viento en tus brazos. Cerraste el camino, yo seguí de largo; alzaste una torre, yo seguí cantando... Cavaste la tierra, yo pasé despacio... Levantaste un muro ¡Yo me fui volando! Tú tienes la flecha: Yo tengo el espacio; tu mano es de acero y mi pie es de raso... Mano que sujeta, pie que escapa blando... ¡Flecha que se tira!... (El espacio es ancho) Soy lo que no queda si vuelve. Soy algo que disuelto en todo no está en ningún lado... Me pierdo en lo oscuro, me pierdo en lo claro, en cada minuto que pasa... En tus manos... Humo que se crece, humo fino y largo, crecido y ya roto sobre un cielo pálido... Hombre que me besas, tu beso es en vano... Hombre que me ciñes ¡Nada hay en tus brazos!
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